Durante el mandato de Iván Duque, algunos amigos no me pasaban los disparos humorísticos o críticas que le hacía al entonces presidente. Son quienes tampoco toleran ningún comentario en contra de Álvaro Uribe y salen instintiva y airadamente en su defensa. Algo similar sucede con los seguidores de Petro que no ven con buenos ojos mis diatribas contra su gobierno —al que defienden a capa y espada— y rechazan los apuntes sarcásticos que le hago. Acepto eso. Me parece que tanto los unos como los otros, están en todo su derecho a defender a quienes consideran que merecen su defensa. Lo que se me hace absurdo es que se haga con exacerbación, rayando en el fanatismo.
Sospecho que el fervor que despiertan Uribe y Petro tiene su origen en el hecho de que algunas personas, sin ser conscientes de ello, los han incorporado a su propio ser. Es decir, conciben a Álvaro Uribe o Gustavo Petro como una parte de ellos mismos, lo cual hace que un ataque en su contra se tome como una agresión personal. Y si a esto le sumamos que sus incondicionales los han transformado en una cuestión solemne, un poco menos que sagrada, estamos frente a dos personajes prácticamente intocables, sobre quienes no se puede hablar mal o hacer algún tipo de sátira.
Además, ese apasionamiento lleva a relativizar los escándalos en los que se ven involucrados los políticos. Leí a un tuitero condenando el caso de corrupción en la Unidad de Gestión del Riesgo y la respuesta de alguien claramente simpatizante del gobierno, fue: “pero al menos no se robaron $70.000 millones como en el gobierno de Iván Duque”, en alusión directa al caso de Centros Poblados. Así, todo es grave o no tanto, dependiendo de la orilla política en donde se sitúe el observador. Y si en el gobierno Duque se cometieron actos de corrupción, eso, de cierta manera, dispensa los que se cometan en este. En lo personal, me indignan los hechos por sí mismos sin entrar a mirar los responsables. Si fue en el gobierno anterior o en el actual, los considero igualmente reprochables.
Creo que es absolutamente inconveniente tomar a Uribe o Petro como si fueran parte de nuestra propia identidad. Lo que sí conviene, es bajarle a esa defensa apasionada y no verlos con idolatría. Más bien, tomarlos menos en serio e incluso, con algo de humor. Estoy seguro de que eso contribuiría a disminuir las confrontaciones derivadas de esa polarización que nos tiene hasta la coronilla. Al menos, a mí.
Remate al Arco. Defiendo radicalmente a mi familia y en general, a las personas que quiero; pero estoy muy lejos de hacerlo por algún político. ¿Acaso, ellos lo hacen por mí?
"Incorporado wn propio ser?". Igual podriamos decir de la tibieza. Todos los politicos son iguales: oportunistas, mentirosos y corruptos. Algunos de ellos ademas diabolicos. Si se necesitaba un cambio y bueno esperemos que dira la historia.
ResponderBorrarMuchas veces he reflexionado sólo y con mis amigos cercanos de estas diferencias , y mi conclusión es siempre la misma .. Actuamos con pasión en la defensa de los ideales de otros. Duele sentir que no somos capaces de entender nuestras diferencias y buscar lugares de encuentro para mejorar como conciudadanos nuestro bienestar …
ResponderBorrarTotalmente de acuerdo
ResponderBorrarDesde un perspectiva más global es el mismo en cada ‘democracia ‘ a través de la historia: Los ladrones o políticos’ siempre van a trabajar en función de sus intereses personales, tomando ventaja de el pobre nivel intelectual de sus seguidores para crear cortinas de humo que les permiten ser elevados a niveles de Mesías, también aplica para todas y cada una de las religiones