Defensas Apasionadas

 



Durante el mandato de Iván Duque, algunos amigos no me pasaban los disparos humorísticos o críticas que le hacía al entonces presidente. Son quienes tampoco toleran ningún comentario en contra de Álvaro Uribe y salen instintiva y airadamente en su defensa. Algo similar sucede con los seguidores de Petro que no ven con buenos ojos mis diatribas contra su gobierno —al que defienden a capa y espada— y rechazan los apuntes sarcásticos que le hago. Acepto eso. Me parece que tanto los unos como los otros, están en todo su derecho a defender a quienes consideran que merecen su defensa. Lo que se me hace absurdo es que se haga con exacerbación, rayando en el fanatismo.


Desde hace algún tiempo me ha llamado la atención las pasiones que despiertan algunos actores políticos, en especial Uribe y Petro, hasta el punto de que sus adeptos pueden dejar de hablarles a familiares y amigos por cuenta de una opinión en su contra. Esto no sucede con ningún otro tipo de figura pública. No he visto a nadie que se disguste profundamente por un comentario negativo sobre Shakira; que se pelee con un amigo porque criticó a James Rodríguez o que se enemiste con alguien porque hizo un chiste sobre la edad de Amparo Grisales. A lo sumo, si no están de acuerdo con lo dicho, contraargumentan y el asunto no pasa a mayores.

Sospecho que el fervor que despiertan Uribe y Petro tiene su origen en el hecho de que algunas personas, sin ser conscientes de ello, los han incorporado a su propio ser. Es decir, conciben a Álvaro Uribe o Gustavo Petro como una parte de ellos mismos, lo cual hace que un ataque en su contra se tome como una agresión personal. Y si a esto le sumamos que sus incondicionales los han transformado en una cuestión solemne, un poco menos que sagrada, estamos frente a dos personajes prácticamente intocables, sobre quienes no se puede hablar mal o hacer algún tipo de sátira.


En términos generales, miro con recelo a los políticos y no creo que merezcan una defensa a ultranza. En los 80 defendí a Luis Carlos Galán de quienes afirmaban que había traicionado al Partido Liberal; hice lo propio con Antanas Mockus, cuando lo tildaban de payaso por sus formas excéntricas de fomentar la cultura ciudadana y más recientemente, a Sergio Fajardo, acusado de tibio porque no se situaba en ningún extremo radical. Lo hice con ecuanimidad, exponiendo mis argumentos con firmeza pero sin exaltación. Ahora bien, otra cosa es que con el tiempo uno se desencante y adopte otra postura. De cualquier forma, me parece que está bien que defendamos nuestras convicciones y a quienes creemos las representan, pero hacerlo con pasión exagerada me parece anacrónico y ridículo, por decir lo menos.

Además, ese apasionamiento lleva a relativizar los escándalos en los que se ven involucrados los políticos. Leí a un tuitero condenando el caso de corrupción en la Unidad de Gestión del Riesgo y la respuesta de alguien claramente simpatizante del gobierno, fue: “pero al menos no se robaron $70.000 millones como en el gobierno de Iván Duque”, en alusión directa al caso de Centros Poblados. Así, todo es grave o no tanto, dependiendo de la orilla política en donde se sitúe el observador. Y si en el gobierno Duque se cometieron actos de corrupción, eso, de cierta manera, dispensa los que se cometan en este. En lo personal, me indignan los hechos por sí mismos sin entrar a mirar los responsables. Si fue en el gobierno anterior o en el actual, los considero igualmente reprochables.

Creo que es absolutamente inconveniente tomar a Uribe o Petro como si fueran parte de nuestra propia identidad. Lo que sí conviene, es bajarle a esa defensa apasionada y no verlos con idolatría. Más bien, tomarlos menos en serio e incluso, con algo de humor. Estoy seguro de que eso contribuiría a disminuir las confrontaciones derivadas de esa polarización que nos tiene hasta la coronilla. Al menos, a mí.

Remate al Arco. Defiendo radicalmente a mi familia y en general, a las personas que quiero; pero estoy muy lejos de hacerlo por algún político. ¿Acaso, ellos lo hacen por mí? 

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3 comentarios

  1. "Incorporado wn propio ser?". Igual podriamos decir de la tibieza. Todos los politicos son iguales: oportunistas, mentirosos y corruptos. Algunos de ellos ademas diabolicos. Si se necesitaba un cambio y bueno esperemos que dira la historia.

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  2. Mauricio Ocampo Sierra26 de mayo de 2024, 11:00 a.m.

    Muchas veces he reflexionado sólo y con mis amigos cercanos de estas diferencias , y mi conclusión es siempre la misma .. Actuamos con pasión en la defensa de los ideales de otros. Duele sentir que no somos capaces de entender nuestras diferencias y buscar lugares de encuentro para mejorar como conciudadanos nuestro bienestar …

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  3. Totalmente de acuerdo
    Desde un perspectiva más global es el mismo en cada ‘democracia ‘ a través de la historia: Los ladrones o políticos’ siempre van a trabajar en función de sus intereses personales, tomando ventaja de el pobre nivel intelectual de sus seguidores para crear cortinas de humo que les permiten ser elevados a niveles de Mesías, también aplica para todas y cada una de las religiones

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