Es apenas lógico que quien aplique a un empleo tenga el perfil profesional requerido para el cargo al que aspira. Así funciona el mundo laboral, al menos, en el sector privado. En el público no es tan así, pues, en la mayoría de los casos, la contratación de los funcionarios se aleja del principio de meritocracia para dar paso al nepotismo y amiguismo. De por sí, es usual pagar favores políticos con puestos lo que hace que en las nóminas públicas se encuentren fácilmente personas bien apadrinadas y protegidas políticamente, pero que no cuentan con la preparación requerida para desempeñar la función bajo su responsabilidad.
Algo similar sucede con los cargos de elección popular. Para no ir muy lejos, mañana se posesionarán algunos alcaldes, que, en mi opinión, no están preparados para serlo. Si bien ese es el juego democrático en donde cualquier persona, que cumpla con los requisitos de ley, puede ser alcalde; me parece que si no se tiene, como mínimo, una formación académica adecuada, experiencia administrativa y un aceptable conocimiento del manejo de lo público, es difícil que se haga una buena gestión.
¿Por qué una persona que no está calificada para ser alcalde busca serlo? Como respuesta, se me ocurren varias hipótesis: la primera —tal vez, la menos probable— es porque tiene una gran vocación de servicio y desea trabajar por su municipio. La segunda, porque es la carta que juega su partido político y es una decisión, más que propia, de la colectividad. La tercera, porque es una oportunidad para incrementar rápidamente su patrimonio, aunque después no lo pueda justificar ante los entes de control y vigilancia. Y la última, que puede ser la más factible, porque resulta un buen negocio para obtener, así sea solo por cuatro años, una vida con ciertas comodidades y privilegios.
Aunque no se tenga una sólida formación y no se cuente con una destacada trayectoria laboral, se puede llegar a ser la primera autoridad del municipio, gracias a que los electores no reparan mucho en la hoja de vida de los candidatos y no hay un buen afiche —con pose prefabricada— y un discurso efectista que no logre su cometido. En una empresa privada quien tenga una hoja de vida modesta no pasaría de ser un empleado de bajo nivel con un sueldo discreto. En cambio, si esta misma persona opta por lanzarse a la alcaldía y sale elegido, se convierte en “el señor alcalde” con las prerrogativas que el cargo trae consigo. Entiendo que el sueldo del alcalde depende de la categoría del municipio; pero, en todo caso, puede ser atractivo para muchas personas que en el sector privado les sería difícil alcanzar.
Puedo soportar que alguien intente convertirse en alcalde sin tener las condiciones para serlo, pero me supera que no esté a la altura de los desafíos del cargo y lo que es peor, que llegue a él con segundas intenciones. Ahora, quienes con su voto lo acompañen a cumplir su sueño de vivir del erario, que no se quejen luego si los resultados de su gestión resultan pobres.
Remate al Arco. A propósito de los alcaldes sin la debida preparación, recuerdo una canción de Los Hispanos que escuchaba cuando era niño. En su primera parte decía: “El alcalde de Candelaria, en uso de sus facultades legales y considerando, que el pueblo de Candelaria se sobra con media res; resuelve, artículo único: mátese media vaca” ¿Cuántos de los alcaldes próximos a iniciar su periodo, especialmente de pequeños municipios, decretarán algo por el estilo?https://www.youtube.com/watch?v=stLmHQlU8Yg
Buen atticulo. Muy claro y preciso con lo que pssa en la realidad de muchos municipios en colombia.
ResponderBorrarFelicitaciones.
Te deseo un feliz años y muchos
Ni más, ni menos!! Cualquier cargo de elección popular se convirtió en el camino a la prosperidad!!! De ediles en adelante...
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