De niño sabía que la época de Navidad se acercaba cuando escuchaba, en las voces del trio Primavera, el jingle navideño de la emisora básica de Caracol. Ese que dice: De Año Nuevo y Navidad, Caracol por sus oyentes… (https://www.youtube.com/watch?v=inP7x5diSHo) Años después, el anuncio de aproximación de la Navidad quedó en manos de un locutor de Olímpica Stereo: “Desde septiembre se siente que viene diciembre” (https://www.youtube.com/watch?v=qlui5qW-RzI) Tengo claro que la época de Navidad es la más bella del año y por tanto, la más publicitada; pero, ¿por qué el interés de anticiparla? La música fiestera decembrina comienza a sonar prematuramente, los centros comerciales cuelgan adornos navideños con varios meses de anticipación y en algunas casas arman el pesebre en septiembre lo que hace que el Niño Dios nazca sietemesino.
Admito que la Navidad antes me gustaba más que ahora, pero en ese tiempo no sabía lo mucho que me gustaba. Y no es que me haya convertido en un Grinch y que ya no tenga espíritu navideño; pero, para empezar, ahora ni siquiera puedo degustar un pedacito de natilla sin pensar en el azúcar que tiene. Tampoco me puedo comer un tamal sin que se me venga a la mente la palabra colesterol. En otros tiempos, no veía el azúcar como veneno ni al colesterol como enemigo. Comía de todo, nada me hacía daño y así ingiriera bastantes calorías, no subía de peso. Por eso envidio a mi mamá que con la edad que tiene, puede comer lo que yo debo evitar, que resulta siendo lo más rico. De hecho, el médico no le ha restringido ningún alimento en particular, pues su nivel de glicemia es óptimo y no tiene problemas ni con el colesterol, ni con los triglicéridos, ni con los vecinos. De manera que puede despacharse, sin ningún lío, una porción generosa de ese ponqué navideño que es bien dulce —el que tiene en su empaque 4 octógonos de advertencia— con yogurt o comerse unos cuantos buñuelos y bajarlos con Pony Malta.
En cuanto a las canciones de Navidad de mi niñez, recuerdo una venezolana en donde un niño, a punto de prorrumpir en llanto, exclama: ¿Mamá, donde está los juguetes? (https://www.youtube.com/watch?v=j2Jg49MlJhI) Más adelante comenta, invadido por la tristeza, que presuntamente el Niño Dios no lo quiere y por eso no le trajo nada. Para acabar de completar, su mamá, lejos de explicarle que las finanzas del hogar atraviesan por un momento difícil y que no hay presupuesto para juguetes, le suelta esta pregunta, un poco tendenciosa: ¿Será, que tú hiciste algo malo… y el Niñito lo supo. Por eso no los trajo…? Dudo que un niño pueda hacer algo realmente malo o que Dios, que es misericordioso, no le perdone sus pequeñas faltas y cobre venganza de esa forma. Frente a esta situación, me surgen varias preguntas: ¿Por qué la madre trata de achacarle a su hijo una culpa que no tiene? ¿Esto constituye, acaso, algún tipo de violencia sicológica intrafamiliar? ¿Existirá en Venezuela el equivalente al ICBF para que conozca del caso? No me extrañaría que este pobre niño, ya en la edad adulta, haya terminado alejado de Dios y con una relación conflictiva con su madre.
¿Cuánto falta para que el Congreso apruebe una ley que prohíba que los padres engañen a sus hijos diciéndoles que el Niño Dios les trae los regalos? Creo que a todos nos pasó que cuando nos enteramos de la verdad, casi siempre revelada por un hermano o amiguito más grande, la decepción es enorme. Por eso, prefiero que si les van a echar cuentos a los niños, mejor les digan que los regalos los trajo Papá Noel. Díganles que entró por la chimenea y los dejó en la base del arbolito de Navidad. Así no haya chimenea en la casa, me parece que es más probable que se coman el cuento. Con eso, si la cosa no sale bien no será responsabilidad del Niño Dios. Porque puede suceder que no haya regalos —como le pasó al niño de la canción— o que estos no llenen las expectativas. Por ejemplo, si un niño pide la camiseta de Millonarios no estará conforme si recibe una camiseta azul que así tenga el nombre del equipo, se note, claramente, que no es la original. En cualquiera de los casos, siempre se le podrá echar la culpa, sin ningún problema, al gordito de barba blanca y traje rojo; o en su defecto, a su asistente Mery. Mery Christmas.
Remate al Arco. A mis familiares y amigos les deseo una feliz Navidad y un nuevo año lleno de metas logradas y sueños alcanzados. Para quienes siguen mi blog y me leen todos los domingos les haré llegar un tamal con doble presa. Ojalá no tengan problemas de colesterol.