No Todo Vale


 

Antanas Mockus fue la primera persona a quien le escuché hablar sobre la cultura del atajo, tan arraigada entre nosotros que aprendimos a verla como algo normal. Para el profesor Mockus el “todo vale” es la peste de cualquier nación.

Esta cultura del atajo que abre un boquete hacia la ilegalidad ha permeado todas las esferas y actividades de nuestra sociedad y el fútbol no se escapa. De hecho, en la cancha nos acostumbramos a ver conductas antideportivas como la simulación de faltas para provocar penaltis o la pérdida deliberada de tiempo. En esa doble moral que manejamos, estos comportamientos mañosos los censuramos con vehemencia cuando son del equipo rival, pero callamos si es nuestro equipo quien incurre en ellos. Lo que no habíamos visto fue lo acontecido en el partido de la semana antepasada en Neiva, entre el Atlético Huila y el Deportivo La Equidad, cuando un recogebolas lanzó un balón a la cancha, en el momento preciso en el que La Equidad iba a marcar el gol que le hubiere significado la victoria. El árbitro siguiendo la norma, detuvo el juego e invalidó la jugada. Así, el ataque prometedor del equipo visitante se frustró. Este partido será recordado tristemente no por la exhibición de buen fútbol, si no por la marrulla hecha por un muchacho que desconoce lo que es la lealtad deportiva y que sin ningún reparo saboteó el juego para favorecer los intereses de su equipo.

Lo sucedido en Neiva, de alguna manera, es el reflejo de lo que somos los colombianos. Privilegiamos el alcanzar los objetivos así socavemos los valores morales. Parecemos seguidores de Maquiavelo quien estaba convencido que el fin justifica los medios. Sin embargo, lo que me parece más preocupante de ese “todo vale”, es que, en muchas ocasiones, es inculcado a los niños impulsándolos a ignorar tempranamente los principios mínimos que deben regir la vida en comunidad. Muchos padres aplauden que su hijo no respete la fila, pues colarse es sinónimo de ser vivo o que, en la fiesta de cumpleaños, haya conseguido tramposamente doble regalo sorpresa. Con el “Mijo, no sea bobo” se motiva este tipo de comportamientos.

Sabemos que nada es más difícil de desterrar que las cosas que uno aprende cuando se es niño. Y así parezcan simples acciones de viveza, encierran en sí un profundo problema de ética, el cual una vez cimentado poco se puede hacer para corregirlo.

Considero que la clave para acabar la cultura del atajo es la educación en valores desde la niñez, en donde se afiancen los principios, el respeto por el otro y el actuar correctamente. Sin duda esto tomará bastante tiempo, no sé si una o varias generaciones, y no será fácil pues los responsables de la crianza de los niños y de su formación ética, pueden estar convencidos de la conveniencia de buscar atajos. En todo caso, habrá que hacer algo o de lo contrario este fenómeno colombiano —o latinoamericano— de burlarse la norma, de saltarse las reglas, de no respetar unos básicos, seguirá cobrando fuerza y generando más daño a nuestra sociedad.

Remate al Arco: Luis Amaya, el recogebolas que originó el vergonzoso episodio, fue expulsado por el árbitro inmediatamente sucedieron los hechos. Además, por su falta al código disciplinario se le impondrá una multa. No sé si esto es suficiente. Me parece que debe haber un castigo ejemplar para que acciones como estas no se repitan. Aunque no faltará quien lo eleve a la categoría de héroe por evitar la derrota de su equipo. Así somos. 🥺

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1 comentario

  1. Magnífica reflexión Jorge Luis, tienes mucha razón en todo el contenido, ojalá esto fuese replicado en los hogares, escuelas, colegios, universidades, etc, tendríamos una sociedad con valores bien fundamentados.

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