No deja de ser curioso que desde mucho antes de iniciar la Copa Mundo de Catar se habló de los sobornos para la adjudicación de la sede a ese país, sus violaciones a los derechos humanos, la muerte de miles de trabajadores que perecieron en la construcción de los estadios, la marginación en la que viven las mujeres o la persecución a la comunidad LGBTQ; pero muy poco se comentó lo que nos depararía el torneo en el plano futbolístico. No se dijo una palabra sobre la posibilidad de que este mundial podría ser absolutamente emocionante y lleno de resultados insospechados. Nadie advirtió, tampoco, lo que presenciamos en la fase de grupos: una competición pareja. Tan pareja que ningún equipo logró hacer los 9 puntos (la primera vez que sucede desde 1998), y los que iniciaron ganando sus dos primeros juegos, perdieron en su último compromiso. Además, contra todo pronóstico, selecciones aparentemente débiles se alzaron con la victoria frente a históricas potencias. Parece que se pusieron los reflectores a todo lo que gira en torno a la sede de la Copa y no al fútbol mismo, que es el centro de gravedad del mundial y, en definitiva, lo que nos convoca e importa.
Me enamoré de los mundiales nada menos que con el de México ’70. Si bien era la primera vez que la Copa Mundo se transmitía a color, recuerdo que la vi en blanco y negro (todavía faltaban 10 años para que la televisión a color llegara a Colombia), en un televisor Toshiba de 20 pulgadas que, en ese mismo año, se compró en mi casa. Era el primer televisor que teníamos y me hizo muy feliz. Parafraseando a Jorge Valdano, “el televisor llegó a mi casa con Pelé adentro”.
¡Que maravillosa es la Copa Mundo! Para quienes nos apasiona el fútbol es una cita cuatrienal que no podemos dejar pasar. Me atrevería a afirmar que el encanto que suscita reside, precisamente, en el hecho de que se juega cada cuatro años. Si se jugara con mayor frecuencia es probable que se pierda la expectativa que genera y la relevancia que tiene. Sin embargo, la FIFA, con Infantino a la cabeza, movida por un evidente mercantilismo de una industria cada vez más rentable, tiene declaradas intenciones de hacerla cada 2 años. De ser así, me parece que la magia que la envuelve, no sería la misma. Ahora bien, si lo vemos desde otra perspectiva, para quienes nos queda de vida, a lo sumo 6 ó 7 mundiales más, sería una gran oportunidad para disfrutar el doble de campeonatos del mundo.