Cuando trabajaba en el Grupo Planeta conocí al escritor Mario Mendoza. Debido a que Planeta editaba sus libros —aún lo hace— era frecuente encontrarlo en los pasillos de las instalaciones de la editorial. Alguna vez conversamos algunos minutos sobre su obra, en especial sobre su novela Satanás, la cual me pareció escrita pensando que sería la base para un guion cinematográfico, como en efecto sucedió. De esa conversación, me llevé una grata impresión del autor como persona amable y sencilla. Un tipo que comunica muy bien sus ideas y sostiene una conversación agradable.
Lo que más le
admiro a Mendoza, aparte de su talento como escritor, es que no posa de intelectual.
Ninguna de sus novelas que he leído tiene esa insoportable pesadez a la que algunos
autores nos someten. Pienso que para sobresalir en el mundo de las letras no es
necesario utilizar un lenguaje pesado y árido al que acuden algunos escritores para
sentirse superiores al lector.
Hace unos días
le leí a Mario Mendoza una columna en Cambio, sobre Petro, en la cual dejó ver su
descontento y decepción. Si bien en época de campaña, mostró su apoyo al hoy
presidente, ahora lo tilda de ser un personaje que se encarga de
autodesdibujarse y contradecirse. Su desencanto se aceleró cuando —según el
escritor— el presidente empezó a mostrar su lado más oscuro y siniestro, el
lado que lo mostraba como un mandatario “narcisista paranoico que no soporta que le lleven la
contraria, que lo cuestionen o lo vigilen”.
La crítica hacia
Petro fue directa y sin ambages, respaldándola con un inventario de los escándalos
y salidas en falso que ha tenido el mandatario en sus primeros dos años de
gobierno. Estos son algunos fragmentos de su columna, con los que no puedo estar
más de acuerdo:
“Como era
de esperarse, en lugar de recapacitar, su radicalismo se acentuó y
arremetió contra cualquier contrapoder que lo investigara o lo criticara,
incluida la prensa libre. Su personalidad mesiánica le jugó otra mala
pasada: lo hizo verse a sí mismo como un enviado del cielo que debía llamar a
sus ejércitos a la calle para librar una batalla en contra de un sistema
injusto y criminal. No se dio cuenta del error de fondo: que él, ahora, es el
sistema”.
“El
combatiente acostumbrado a irse en contra de todo ahora debe mostrar su capacidad de gestión, de
gobernanza y de disciplina administrativa. Y no puede ni sabe hacerlo porque no
está diseñado para ello”.
“Ahora
tiene que demostrar habilidad para escuchar y conciliar, capacidad para
gestionar y jerarquía política, virtudes de las que carece por completo. Lo
que él anhela desde el fondo de su ser es seguir agitando los ánimos y que lo
dejen en paz horas enteras en la red social X creando conflictos a diestra y
siniestra”.
“Su
objetivo es fácil de detectar: el caos como estrategia política. De ahí
las extrañas componendas con las disidencias de las FARC y con el ELN. Cuando
uno es incapaz de construir solo le queda una opción: destruir”.
Y concluye su
columna diciendo:
“Ahora
solo queda una enorme desilusión, mucha desesperanza y la zozobra de un país
cuya inestabilidad política y social se ha acrecentado bajo su mandato
indisciplinado y delirante”.
Es evidente la
enorme desilusión de Mario Mendoza. Creo que su columna es simplemente un acto
de sensatez en medio de una reflexión tan profunda como dolorosa. Me parece que
quienes votaron por Petro, como es el caso del escritor, tienen aún más derecho
para ejercer control y crítica, pues creo que, de alguna forma, se deben sentir
traicionados.
Remate al Arco. Por el descalabro que ha resultado el gobierno Petro no culpo a quienes votaron por él, pues en un ejercicio democrático, es absolutamente legítimo, elegir a quien nos parezca la mejor opción. El remordimiento que se puede sentir por su pésima gestión es suficiente. Además, les queda una lección que no pueden olvidar: Aprender de las malas elecciones para no repetirlas.
Para nada. La historia lo dira.
ResponderBorrarParte de la culpa la tiene Duque y su patetico periodo, no se puede decir Gobierno….
ResponderBorrarFue el mejor gerente de campaña de esté pelele; y al final solo teníamos dos opciones morir de cáncer de pulmón o de páncreas
Las malas decisiones son culpa del egoísmo democrático , debemos aprender de este periodo de nuestra patria !!!
ResponderBorrarAbsolutamente de acuerdo: si no se puede construir la opción como se está viendo es destruir. No quedan adjetivos para describir a este siniestro personaje.
ResponderBorrar