La Camiseta Prohibida

 



Pensé que ya lo había visto todo, pero no. La semana pasada vi un video que me dejó estupefacto. Si no hubiera tenido la certeza de que era real —por la confirmación de su propio protagonista— habría jurado que se trataba de una trampa tendida con inteligencia artificial.

En el video, un gran amigo —además de compadre—, uno de los más files fieles hinchas de Millonarios que conozco, cometió un acto que solo puede describirse como una herejía futbolística: se puso, voluntariamente, la camiseta de Atlético Nacional. No revelaré su identidad para proteger su reputación azul. Así que decidí cambiarle el nombre. A lo largo de estas líneas lo llamaré Edgar Alfonso.

Aún no alcanzo a comprender como un hincha azul hasta los tuétanos, que escupe azul de metileno cuando el equipo pierde, pudo vestir la camiseta del mayor rival de Millos. Podrán decir que se trata solo de una prenda deportiva como cualquier otra, pero no es así. Una camiseta es mucho más que un uniforme: es un símbolo del orgullo y la pasión que sentimos por el equipo de nuestros amores. Cuando un hincha la lleva puesta, no solo se viste con sus colores, sino que proclama su lealtad, su pertenencia y su identidad. Es su manera de decirle al mundo cuánto significa su equipo y cuánto se reconoce en esos colores que lo representan.

Recuerdo que en épocas de la universidad fui muchas veces a El Campín con Edgar Alfonso para ver el Millonarios de inicios de los 80, que tenía en sus líneas a Pedro Vivalda, Daniel Van Tuyne, Carlos López, Alejandro Barberón, Arnoldo Iguarán… ¡Un equipazo!

Una vez llegamos al estadio como con cinco horas de antelación al partido. En aquellos tiempos, la tribuna de occidental general no tenía puestos numerados y nuestro presupuesto no alcanzaba para localidades con asiento fijo. Así que entre más temprano se llegara, había más probabilidad de tener una mejor ubicación. Como al día siguiente teníamos un parcial de matemáticas financieras, decidimos aprovechar el tiempo y ponernos a estudiar. Estábamos resolviendo unos ejercicios, con calculadora en mano, cuando un reportero de RCN Radio que transmitía en vivo se acercó, sorprendido al ver a dos hinchas haciendo números en vez de hablar del partido. Nos hizo un par de preguntas y nos pidió pronosticar el marcador. No acertamos el resultado del partido y al día siguiente, tampoco lo hicimos con las respuestas del parcial.

Volviendo al sacrilegio, ¿cómo alguien que ama a Millonarios, puede vestir la camiseta verdologa, así sea por un par de minutos? ¿qué sigue ahora? ¿qué hable con acento paisa? No falta, también, sino que se ponga la de Santa Fe y cierre el círculo del deshonor.

Como no fui testigo directo, me cuentan quienes estaban allí, que los minutos en los que Edgar Alfonso se vistió de verde fueron suficientes para que el universo futbolero temblara. El cielo dejó de ser azul para oscurecerse por completo, los perros dejaron de ladrar, el Wi-Fi falló y una señora que pasaba por el lugar, al verlo, se santiguó tres veces.

Yo, por mi parte, con excepción de la Tricolor, solo me pongo la camiseta de Millos. Sin embargo, he lucido, eventualmente, la del Real Madrid —la número 10 de James— y en el mundial de 2014 la verdeamarela para un partido de Brasil. Pero nunca se me ha pasado por la cabeza ponerme una prenda de otro club colombiano y mucho menos, la de Nacional o de Santa Fe. Lo veo como una traición a mis principios azules y, además, sería tentar al destino.

Si uno aplica la sana lógica del hincha, ningún verde ni cardenal se pondría la camiseta de Millos, así como ningún culé usaría la del Real Madrid ni un xeneize la de River. En otras palabras, nadie se atrevería a romper ese pacto emocional que lo une con su equipo. Nadie… salvo Edgar Alfonso.

Remate al Arco. No sabemos a ciencia cierta la motivación que tuvo Edgar Alfonso para ponerse la camiseta prohibida para cualquier Embajador. Si fue por presión social o por una apuesta mal calculada. Lo cierto es que se la puso. Y lo peor: se dejó hacer un video. Se me ocurre que tal vez fue para ver si el verde resaltaba el color de sus ojos. No lo sé. Lo que sí sé, es que se expuso innecesariamente a tener una erupción en la piel.

 

 

 

 


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3 comentarios

  1. Muy bueno, y mi conclusión es que solo un Santista que no ha salido del closet, puede hacer semejante barbaridad. GCM

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  2. No soy conocedora de fútbol, pero estoy segura por los indicios, que Edgar ya cerró el círculo del deshonor

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  3. Bladimir Montero Delgado5 de octubre de 2025, 6:11 p.m.

    Muy buena síntesis de lo que significa y se siente con una traición, siendo la del Fútbol, la más dolorosa.

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