Desde hace aproximadamente cincuenta años, nuestros gobernantes han perseguido afanosamente la paz, conscientes de que se trata de un bien supremo para el país que debe alcanzarse a toda costa. En ese empeño, han tendido puentes hacia las organizaciones guerrilleras, muchas veces guiados más por el deseo que por la razón.
Repasemos: Belisario Betancur creó una Comisión de Paz y sancionó la Ley de Amnistía en 1982. Llegó a acuerdos, con tregua y cese al fuego incluidos, con el M-19 y la Coordinadora Nacional Guerrillera, pero el supuesto incumplimiento de la tregua por parte del Estado, derivó en la toma del Palacio de Justicia por el M-19 en 1985. Virgilio Barco retomó el diálogo y firmó la paz con ese mismo grupo, lo que permitió su transición a la vida política como la Alianza Democrática M-19.
Por su parte, César Gaviria logró reducir al EPL y al Quintín Lame, entre otros grupos alzados en armas. Ernesto Samper, con su tono conciliador y su habilidad para navegar tormentas, también apostó a la salida negociada y dejó sembrado el marco jurídico que daría soporte a futuros procesos. Su sucesor, Andrés Pastrana, inició el proceso del Caguán para poner fin a la guerra, pero terminó siendo más una zona de distensión para la guerrilla que un escenario de paz. Álvaro Uribe cambió el libreto: confrontación militar abierta, pero también ofreció caminos de dialogo como el Plan de Justicia y Paz, que condujo a la desmovilización de las AUC. Juan Manuel Santos, con todas las dificultades y contradictores que enfrentó, firmó la paz con las FARC —el grupo insurgente más poderoso— y logró la desmovilización del grueso de esa guerrilla. En contraste, Iván Duque intentó —con éxito relativo— hacer trizas el acuerdo de paz de su antecesor, dilatando o incumpliendo los compromisos adquiridos por el Estado con los excombatientes que sí habían dejado las armas.
Convengamos, entonces, que algunos gobiernos cosecharon avances y otros fracasos, pero todos pagaron —o estuvieron dispuestos a pagar— el mismo precio: concesiones que, en mi opinión, excedieron lo razonable y pavimentaron el camino hacia la impunidad. Como sea, es el costo de intentar una salida negociada al conflicto, pues está claro que por la vía militar no se logra.
Ahora bien, en lo que respecta al actual gobierno merece un capítulo aparte. Su apuesta por la llamada “Paz Total” no solo ha fracasado estrepitosamente, sino que ha contribuido —de manera consciente o no— al fortalecimiento de los grupos armados ilegales. En su ambición de incluir toda clase de organizaciones delincuenciales, se suspendieron órdenes de captura de líderes del crimen organizado y narcotraficantes —algunos solicitados en extradición— utilizando figuras jurídicas reservadas para delitos políticos. ¿Se saltaron la ley y la Constitución con la excusa de la paz?
Puntualmente, el presidente suspendió órdenes de captura a cabecillas del Clan del Golfo, la Segunda Marquetalia y el Grupo Sierra Nevada. ¿Usurpación de funciones del Poder Judicial? Este mensaje de generosidad y permisividad fue interpretado por los narcos como patente de corso para seguir produciendo y exportando cocaína en cantidades récord. Mientras tanto, las disidencias de las FARC se reorganizaron, las demás guerrillas se consolidaron y las bandas delincuenciales se robustecieron. El mapa de conflictividad del país no puede ser más denso y violento.
Para completar la receta del desastre, Petro ordenó ceses al fuego de manera unilateral. En su afán mediático y protagónico, no se detuvo a mirar con cuidado quiénes estaban al otro lado de la mesa: criminales redomados y curtidos en estos procesos, que utilizan toda clase de artimañas para tomar ventaja. Además, se iniciaron negociaciones con catorce grupos armados prácticamente en simultáneo, sin una estrategia definida ni una coordinación eficaz. Como bien lo dijo el propio Santos: “Faltó planeación, rigor y método. Fue un proceso mal concebido desde el inicio”.
En esto de la “Paz Total” el gobierno mantuvo una narrativa que resultó muy distante a los hechos. Pareció que en lugar de proteger a las víctimas lo hizo con los victimarios. Guerrillas desideologizadas que abandonaron sus convicciones e ideas revolucionarias, para convertirse en terroristas al servicio del narcotráfico y de la minería ilegal, se beneficiaron, mientras la Fuerza Pública fue maniatada para impedirle que actuara con contundencia. Ese fue un grave error que hoy se está pagando.
La camaradería descarada de Petro con los criminales fue evidente. No hubo voluntad real de combatir el crimen organizado, solo concesiones en nombre de una paz artificiosa que ya no se alcanzó.
Remate al Arco. Después de los recientes y sangrientos ataques en Cali y Amalfi, el presidente, que pretendía acreditar a estos cabecillas como Gestores de Paz, ahora los rebautiza como “jefes de organizaciones terroristas”. ¿Será que hasta ahora, cuando el daño ya está hecho, Petro está viendo lo que se negó a ver en estos tres años de gobierno? ¿O simplemente está ajustando la partitura de cara a las elecciones del año entrante?

Excelente artículo. ...Petro es mal estadista, mal administrador por consiguiente mal planificador, ....prototipo de l caudillista soberbio, egocentrista, prepotente y autoritario; siendo así por pura lógica y sentido común su paz total es y será un fracaso
ResponderBorrarLa fallida “Paz Total”: un retroceso disfrazado de esperanza
ResponderBorrarIntroducción
Lo que en su momento fue presentado como un proyecto ambicioso de reconciliación nacional, se ha convertido en un escenario de incertidumbre y caos. La llamada “Paz Total” no solo ha fracasado en su objetivo, sino que ha abierto la puerta a un retroceso evidente en materia de seguridad, confianza institucional y control territorial.
Desarrollo
El “pacto de la Picota” y los acuerdos oscuros con estructuras criminales, bajo el manto de la fallida Paz Total, han derivado en consecuencias alarmantes: incremento de los cultivos de coca, expansión de bandas delincuenciales, auge de la extorsión y crímenes contra líderes sociales. La delincuencia común se ha disparado, financiada por estructuras que actúan con la certeza de que la justicia y las autoridades tienen las manos atadas.
En contraste con los avances alcanzados durante el gobierno de Álvaro Uribe, donde la seguridad y el control estatal fueron protagonistas, hoy la ciudadanía percibe un retroceso absoluto. Lo más preocupante es la inacción de las instituciones encargadas de garantizar el orden. Un ministro de Justicia que parece más cómplice que garante, se suma a un panorama donde el Estado se ve debilitado frente a organizaciones que han perfeccionado su maquinaria criminal.
La situación recuerda a “Ciudad Gótica”, un territorio dominado por el crimen organizado, donde la corrupción y la violencia se imponen sobre la ley, y los ciudadanos comunes sienten que poco o nada pueden hacer para enfrentar la maldad que se cierne sobre el país.
Cierre
La “Paz Total” se convirtió en una herramienta que, en lugar de traer reconciliación, ha desatado miedo e incertidumbre. Colombia necesita un rumbo claro, firmeza institucional y políticas que de verdad garanticen justicia, seguridad y desarrollo, no pactos que premien a los criminales. La sociedad civil no puede quedarse en silencio: es momento de exigir que la paz sea un propósito real y no un disfraz de impunidad.
JS
Hola Jorge! El único proceso de paz que funcionó en Colombia, fue el de Álvaro Uribe, que desmovilizó con la autoridad del Estado, más de 15mil terroristas de Farc, Eln y otros pelambres, así como a
ResponderBorrarmás de 18Mil terroristas paramilitares con un proceso que tuvo algo de Justicia, reparación y algo de verdad. El de Santos desmovilizó 50 gordos que mantenemos con nuestros impuestos y pontifican todos los días sobre lo Divino y lo humano, dándonos lecciones de "moralidad y convivencia " siendo este proceso la más grande operación de lavado de activos en el mundo y además permitió que el país viviera hoy en día la valcanización del crímen terrorista y de narcotráfico cómo nunca, con más de 350Mil hectáreas de Coca sembradas, que a su vez es el combustible de violencia que vivimos. A Duque le faltaron "cogones" para volver trizas ese falso proceso de paz y Petro, es Santos recargado, que para llegar al poder se alió con los criminales y carteles con los que gobierna, de allí el caos y la inseguridad que vive el País, devolviendonos a las décadas más espantosas que hayamos tenido, con un agravante, el monopolio de las Armas y la ventaja en Aire ya no es del Estado. Eso se perdió con la complacencia de la Corte. Y también hace parte de un plan criminal que Cuba y Venezuela con Chávez diseñaron para llenar al Imperio de Coca combinado con Fentanol se ha convertido en un arma o droga poderosa y maldita que ha matado a más de 500Mil en USA y otros miles en Europa, de allí que tengamos por estos días y quizás próximos meses una excursión de cruceros en las Costas venezolanas y el Caribe.Y por último, la Paz verdadera es la de Dios, Trino y Uno, la del hombre, es efímera y falsa, ya que no se tiene temor de Dios para conseguirla y construirla.
Un abrazo Jorge!
Hola Jorge. Si. Duda buen resumen de los frustrados Proceso de Paz que ha vivido nuestro país y que como lo dijiste, este de Petro, junto con el de Andrés Pastrana, para mí han sido los peores y más descarados de toda la historia en Colombia. Lo hecho por Petro ratifica lo mal administrador, negociador, mediador, etc. Que es él y que tiene a nuestro país muy mal ubicado internacionalmente y para rematar con el apoyo que le ha dado a Maduro estamos al portas de un lío mayor con EEUU, y sería algo sin precedentes en nuestro país. Sólo nos queda seguir orando por Colombia y que este Gobierno termine lo más pronto posible.
ResponderBorrar