El pasado fin de semana, acompañado de Dennys y mis hijas, fui a ver la octava entrega de Misión Imposible —Sentencia Final Parte 2— que, según se ha dicho, será la última película de la saga. Tenía grandes expectativas, después del listón alto que dejó su predecesora. Y, la verdad, no decepcionó: una producción impecable, escenas espectaculares (realizadas por el propio Tom Cruise) y una cinematografía que, desde lo visual, es absolutamente impresionante. Todo esto en el marco de un guion tan intrincado como interesante.
Desde los primeros filmes, Cruise nos sorprendía al hacer las escenas de riesgo, sin necesidad de dobles. Basta con recordar la caída en una moto por un acantilado, que es considerada como la secuencia de acción más espectacular filmada hasta la fecha. Lo asombroso es que en esta oportunidad, a su edad —que es la misma mía— siga ejecutando acrobacias extremas que no solo desafían su condición física si no que, muchas veces, ponen en riesgo su propia vida. Yo lo más arriesgado que hago es subirme a Transmilenio en hora pico, cuando está repleto.
Soy fan de Misión Imposible desde su versión televisiva, creada por Bruce Geller, que vi en los años 70. Me encantaba su trama y, en especial, el hecho de que se alcanzaba el éxito de cada misión, utilizando como única herramienta un plan brillante con la ayuda de la tecnología, que en ese momento era precaria si la comparamos con los avances de hoy. Como olvidar las instrucciones impartidas para cada misión, a través de una grabación hecha en una cinta, que siempre se destruía después de 5 segundos de reproducida. De entrada dejaba abierta la posibilidad de que la misión no fuera aceptada y al final de la grabación, y antes de desearle suerte a Jim Phelps —el líder de la fuerza al que le dio vida el actor Peter Graves— se advertía que si él o alguno de los miembros del equipo moría o era capturado, el Secretario negaría cualquier conocimiento de sus acciones.
Cuando vi la primera película de Misión Imposible, estrenada en 1996, me defraudó un poco, porque pensaba que sería muy fiel a la serie televisiva y particularmente, por el giro oscuro en el personaje de Jim Phelps —en esta ocasión, interpretado por Jon Voight— muy distinto al héroe confiable que había marcado mi infancia. Con el tiempo y a medida que me sumergía en la saga, empecé a entender su ADN: películas de acción trepidante, más intensas y emocionantes.
Tengo todas las películas de Misión Imposible (con excepción de la que se acaba de estrenar) y tengo claro que Protocolo Fantasma resalta como mi favorita. Para mí, Ethan Hunt es un James Bond gringo con un equipo de apoyo altamente calificado. También compré la primera temporada de la serie original con el elenco que me cautivó: Peter Graves, Martin Landau, Barbara Bain, Greg Moris y Peter Lupus. Ver esos episodios es viajar a mi niñez. Lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón.
Remate al Arco. El tema principal de Misión Imposible, compuesto por el argentino Lalo Schifrin en 1966, sigue siendo, a mi juicio, la mejor pieza musical jamás creada para cine o televisión y es posible, que sea la más reconocida en todo el mundo. La sitúo, incluso, por encima de la de Star Wars o James Bond que también me fascinan.
Dejo el link de una versión con el maestro Schifrin en el piano, que me gustan mucho por sus arreglos que le dan sabor a Latin Jazz.
https://youtu.be/fjgjU9C8UUc?si=u25PlOUcpwmFJAGH
Con esa descripción, no puedo perdermela en una sala de cine, que por el momento seguirá siendo el mejor lugar para vivir el cine.
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