El Juicio a Álvaro Uribe



El juicio en contra de Álvaro Uribe, por los delitos de fraude procesal y soborno a testigos, finalizó la semana pasada en su etapa probatoria y entra a su fase final. He seguido con atención —aunque de forma casual— las audiencias virtuales del caso de mayor trascendencia política en la historia reciente del país, que marcará un hito jurídico por tratarse del primer ex jefe de Estado que enfrenta un enjuiciamiento penal.


Me ha resultado llamativo, por un lado, ver a la figura política más poderosa, influyente y popular de Colombia en las últimas décadas, sentado en el banquillo de los acusados, haciendo visibles esfuerzos por proyectar la imagen de un abuelito inocente. Por otro lado, es igualmente interesante escuchar a Jaime Granados, uno de los mejores penalistas del país, cabeza de su defensa, sostener sus tesis jurídicas, desvirtuar con destreza los testimonios de los testigos y, sobre todo, alargar metódicamente cada trámite para dilatar el proceso, muy seguramente como estrategia para buscar la prescripción de la acción penal. Si antes del 8 de octubre de este año no hay una condena en firme, el proceso morirá, no por falta de pruebas, sino por agotamiento de los términos.

En un país marcado por la polarización, parece natural suponer que tratándose de Uribe —quien genera fervores casi religiosos, así como odios enconados— cualquier fallo, sea absolutorio o condenatorio, desatará una tormenta de reacciones. He escuchado a María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, y al mismo expresidente Duque, entre otros, estar convencidos de la inocencia de Uribe y prácticamente, dispuestos a meter las manos al fuego por él. De tal suerte, que, si el fallo es condenatorio, el uribismo, muy seguramente, descalificará a la juez, se irá lanza en ristre contra la fiscal y sostendrá que se trató de una persecución política y que le violaron el debido proceso. Pero, si, por el contrario, el veredicto lo exonera, los Iván Cepeda o las María José Pizarro, no tardarán en declarar que el fallo estuvo viciado, que hubo presiones indebidas o arreglos turbios. Creo que ninguno de los bandos estará dispuesto a aceptar una decisión judicial que contradiga su visión ideológica. Así que nos espera una inevitable guerra de narrativas.

Sobre el desarrollo del caso, los medios no han sido precisamente faros de objetividad. Periodistas que informan con cierto sesgo y analistas políticos que conceptúan según su lente personal, dificultan que el ciudadano del común se forme una opinión imparcial. En lo que a mí respecta, solo me hago una pregunta elemental: Si Diego Cadena, el abogado de Uribe que hoy es procesado por los mismos hechos y que ha confesado que los sobornos a los testigos ocurrieron, pero sin que el expresidente lo supiera, consideró necesario torcer los testimonios de Juan Guillermo Monsalve y Pablo Hernán Sierra, ¿no será que lo declarado por estos dos exparamilitares es lo suficientemente contundente para incriminar al expresidente? De no ser así, Cadena no hubiera intentado manipularlos. Así las cosas, la almendra del asunto es si Uribe fue determinador de esos actos: ¿dio la orden a su abogado o éste actuó por cuenta propia?

En aras de la equidad, me parece que Álvaro Uribe tiene derecho a alegar desconocimiento de esas bellas jugadas de su abogado, como lo han hecho otros presidentes para evadir su responsabilidad frente a hechos en los que se vieron involucrados. Recordemos esas legendarias frases, con las que olímpicamente se lavaron las manos: “Fue a mis espaldas” (Ernesto Samper); “Me acabo de enterar” (Juan Manuel Santos); “¿De qué me hablas, viejo?” (Iván Duque); y la más reciente, “Yo no lo crie” (Gustavo Petro, cuando su hijo Nicolás confesó la entrada de aportes ilegales a su campaña). En esa línea, cuando a Uribe le pregunten por el asunto, bien podría responder con un: “Ni idea, mijito”.

Remate al Arco: El autoproclamado mejor fiscal del mundo, Francisco Barbosa, no logró —a pesar de todos sus esfuerzos— forzar la preclusión del caso de Álvaro Uribe durante su gestión. A medida que avanza el juicio, se hace cada vez más claro por qué tanto interés en cerrarlo antes de tiempo.

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5 comentarios

  1. Antes que nada recordar que éste no se trata de un juicio político, sino de un proceso penal por un delito, del cual el procesado Álvaro Uribe Vélez, ex presidente de la República ha querido evadir responsabilidad, incluso ha burlado el ser procesado, al renunciar al Senado, después de que la Corte Suprema de Justicia en el mismo caso y con las mismas pruebas, en otro hecho precedentes en el país, ordenara su detención domiciliaria en su finca del Ubérrimo, cómo medida cautelar por " obstrucción a la justicia", en agosto de 2020, lo que antes de ser un real confinamiento y medida efectiva para el procesado Uribe, resultó en una forma más de avivar su popularidad y fanatismo de sus seguidores de derecha, pues acababa de salir de cuarentena en el mismo Ubérrimo por sufrir del COVID, y tomó la decisión de claudicar a su privilegiado fueron en el Senado para buscar ser absuelto por la corrompida justicia penal ordinaria, permeada por la misma estrategia procesal de corruptos Congresistas, algunos asistidos por el abogado Granados y en éste caso con la garantía de la preclusión por parte de su Fiscal aliado Barbosa. Solo esperaría encontrar en éste ruidoso y vergonzoso proceso, que antes que nada ha demostrado los vínculos del llamado "mejor presidente de todos los tiempos en Colombia" con las mafias del narcotráfico, y con ello, que el país es lamentablemente un narco estado. Sólo esperaría para creer algo en lo que estudié en materia jurídica, que se cumpliera con los postulados del Alma de la Toga de Don Ángel Ossorio y que se únicamente el derecho como medio de alcanzar la justicia como expresión de la razón. Ésta será la única forma en que se termine la diatriba que ha generado éste vergonzoso show del proceso de Uribe.
    WPN

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  2. Jorge Luis, buen resumen de este episodio que tiene a los colombianos en vilo y seguramente como lo comentas ninguno de los bandos van a quedar satisfechos con la decisión final sea la que sea. Lo que si queda claro es el nivel de la corrupción de la justicia.
    Saludos.👍🖐️

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  3. Bladimir Montero Delgado22 de junio de 2025, 9:44 p.m.

    Hola Jorge, debo confesar que ví la primera parte del proceso, es decir lo correspondiente a los testigos de cargo de la Fiscalía y noté allí que el acusado no parecía Uribe si no Iván Cepeda, porque la gran mayoría de los testigos lo acusaban de intrigar en las cárceles que visitaba, a estos personajes, para que dieran unas declaraciones falsas en contra de Uribe, además de otras irregularidades y vicios de la Corte que originaron este caso y ni hablar del testigo estrella, que no fué capaz de demostrar lo que tanto dice, lo que sí se demostró, es el porqué lo dice, es decir, beneficios para El y sus cercanos, Allí le doy la razón a la fiscalía anterior quien pidió la preclusión del proceso y está vez ya en juicio, debo decir que esta fiscalía, tampoco logra demostrar la culpabilidad de quien se acusa. Ahora , si Yo fuera el acusado y la Ley me permite utilizar unas garantias procesales, Yo también las aprovecharía, para eso están y no significa que esté burlando la justicia, son las reglas del juego, lo demás, es hipocresía o falsa moral. Esperemos una decisión en derecho. Un abrazo

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  4. Hola JL.
    El juicio contra Álvaro Uribe Vélez ha reavivado una polarización que define a Colombia desde hace más de dos décadas. Para muchos, el proceso judicial representa un intento legítimo de someter a la justicia a una figura poderosa, mientras que para otros, es una persecución impulsada por sectores que jamás aceptaron su estilo de gobierno. Lo cierto es que, en contraste con las promesas de cambio del actual Gobierno, cuya gestión ha estado marcada por la improvisación, el debilitamiento institucional y el desprestigio de la justicia, Uribe reaparece como un referente de orden. Más allá de las simpatías o rechazos, su era representó un punto de inflexión en seguridad y gobernabilidad. En cambio, la administración Petro parece haber revivido viejas heridas: polarización, inseguridad y caos institucional. El juicio no solo juzga a un hombre, sino que pone en evidencia dos modelos de país que chocan en el alma de una nación fragmentada.

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  5. Hola J.L. Lo q he seguido del Juicio los testigos de la fiscal parecen a favor de Uribe se nota q es un perverso montaje de delincuentes.

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