Arte Rupestre en San José del Guaviare

 

                                     



Después de más de 30 años, volví a San José del Guaviare. Esta vez, a diferencia de aquella primera visita, lo hice por temas de trabajo en el marco de los proyectos de energía solar que planeamos construir en la región.


Recuerdo perfectamente esa primera vez. Viajé por invitación de mi amigo William Ramírez, con motivo de las fiestas del municipio. Tomamos un avión de carga que despegó desde Villavicencio, fletado por la alcaldía de San José del Guaviare. Viajamos de pie, pues no había sillas ni cinturones, solo abrazaderas colgando del techo, de las cuales nos agarramos como si fuéramos en Transmilenio. Entre nosotros viajaban los integrantes de la orquesta contratada para amenizar el evento, que no tardaron en ofrecernos licor. Desde luego, no lo rechazamos. Después de algunos minutos de vuelo y unas cuantas rondas de trago, los músicos pasaron de desconocidos a amigos de toda la vida.

Hubo un momento que no olvidaré: en medio de las risas y el bullicio propio de quienes, al calor de unos tragos, departen animadamente, William advirtió que había un hombre de mediana edad, que pedía constantemente la botella y bebía como si no hubiese un mañana. Era el piloto.

Como era de esperarse, San José del Guaviare ha cambiado mucho. Hoy tiene más comercio, zonas urbanas en expansión y un aire de progreso. Sin embargo, todavía se nota la ausencia del Estado en aspectos fundamentales como la infraestructura vial. En cuanto a su gente —que no la ha tenido fácil por los problemas de orden público que por décadas lo han afectado— sigue siendo igual de amable y hospitalaria como la recordaba.

El viaje lo hice con María Reinoso y Mauricio Ocampo, gerentes de las dos empresas concernidas en el proyecto. Aprovechando la estadía, decidimos conocer las famosas pinturas rupestres que se han descubierto en la serranía La Lindosa. Esta cadena de formaciones rocosas alberga lo que muchos arqueólogos consideran la mayor concentración de arte rupestre en el mundo.

Por cercanía, elegimos ver las pinturas de la vereda Nuevo Tolima. El guía que nos acompañó durante el recorrido nos explicó que los estudios revelaron que las pinturas tienen unos 12.000 años de antigüedad. Como la visita fue hace una semana, técnicamente ya deben tener 12.000 años y 7 días.

Llegar al sitio de las pinturas no es tarea fácil, aun con la ayuda de un baquiano. Antes de iniciar la caminata, el guía nos advirtió sobre la posible presencia de serpientes, algunas venenosas como la llamada "cuatro narices". Por suerte, no nos encontramos con ninguna. Las culebras me esperaban en Bogotá.

Contado desde donde se deja el vehículo, la caminata son unos 2 kilómetros. Es exigente porque casi todo el trayecto es en ascenso en medio de la espesura de la jungla. Hubo tramos complicados con piedras resbaladizas y muy inclinadas que dificultaba apoyarse en ellas, por lo cual trepamos con la ayuda de un lazo allí dispuesto para evitar caídas por el barranco. Aunque fue duro subir, la experiencia vale la pena y el esfuerzo se ve ampliamente recompensado al llegar. Nos esperaba una inmensa pared de roca cubierta de figuras que narran la memoria de nuestros antepasados.

Es difícil imaginar y comprender como se hicieron esas pinturas. El guía nos explicó que había varias teorías al respecto. Lo cierto es que la técnica y los pigmentos utilizados –que han resistido 12 milenios— siguen siendo un misterio. Además, algunos dibujos están ubicados a alturas considerables que no se entiende como los pudieron hacer. ¿Escalaron? ¿Descendieron desde la cima con ayuda de lianas? ¿Alquilaron andamios en Home Center? Todo esto las vuelve aún más fascinantes y nos invita a pensar sobre nuestro pasado de una manera diferente.

Remate al Arco. En plena subida, hubo un par de momentos en los que sentí que las fuerzas me abandonaban (mi físico de ajedrecista no ayuda). Estuve a punto de pedirle al guía que me cargara a tun tun, pero el orgullo pudo más que el cansancio.

No sé si sea cierto, pero dicen que cuando hicieron esas pinturas rupestres, Amparo Grisales aún no había nacido. Pero vaya uno a saber…

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7 comentarios

  1. Envidia de la buena, esa oportunidad de conocer las pinturas no se tiene todos los días.

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  2. Bonita y cultural experiencia

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  3. ¡Quiero irrrrr! Que alegría que pudiste conocer esa maravilla.

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  4. Que emoción viajar por los territorios es un privilegio que ojalá muchos colombia os aprovecharan y se le midirran

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  5. Bladimir Montero Delgado2 de junio de 2025, 10:07 p.m.

    Hola Jorge, muy divertido e interesante la reflexión de esta semana. Tengo gratos recuerdos de San José, lo conocí hace 35 años, prestando el servicio Militar, me imagino su crecimiento urbanístico, en mi epoca, era un pueblo grande. Y el misterio del Arte Rupestre como las grandes construcciones e iconografias de las culturas antiguas es obra de los Ángeles Caídos y Nefilim

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  6. Jorge, qué alegría leerte y acompañarte en este regreso a San José del Guaviare, un lugar que encierra tantos misterios, como esas impresionantes pinturas rupestres que aún nos hacen preguntar cómo y por qué fueron creadas. Leer tu relato no solo despierta la curiosidad por nuestro pasado ancestral, sino también una profunda nostalgia por esos territorios de nuestro país que, por culpa de la violencia y el narcotráfico, muchos aún no podemos recorrer con tranquilidad.
    Qué importante es visibilizar estos paisajes únicos a través de relatos, fruto de una experiencia de trabajo, en este caso.. Ojalá llegue el día en que podamos contemplar plenamente la belleza y diversidad de nuestra hermosa patria, sin miedo. Gracias por compartir esta experiencia tan valiosa.

    JAVIER SALAS

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  7. Jorge que buena e inolvidable experiencia, tu narración del paso por la jungla me hizo de las películas de Indiana Jones. Deseo hacerlo también y averiguaré al respecto. Saludos

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