La semana pasada escribí sobre un tema bastante complejo: la eutanasia. No me resultó nada fácil abordarlo, pues creo en el derecho de los individuos para decidir sobre su propia vida; pero a su vez, entiendo sus connotaciones éticas y religiosas.
Sobre el hecho de saber cuándo se va a morir, como fue el caso de Javier Acosta, que tenía clara la fecha en que le aplicarían la eutanasia, me quedé cavilando, como decía mi abuela. ¿Cuáles son las implicaciones que tiene para una persona conocer el día en que morirá? ¿Cómo será enfrentar una situación en la que somos conscientes de que faltan sólo algunos días para dejar este mundo? Lo primero que se me ocurre es que en las semanas o días previos a la partida, recordaremos los numerosos episodios de la trayectoria personal y toda nuestra existencia pasará por nuestra memoria como si fuera un documental. Me imagino que se hará un balance de la vida y se tratará de enmendar, si se puede y alcanza el tiempo, los errores cometidos. Tal vez, se pedirá perdón a quien se ofendió, se intentará una reconciliación con los familiares y amigos con los que nos hemos distanciado y posiblemente, se revelarán nuestros sentimientos hacia las personas que nos importan. También puede suceder que, como ya no se tiene nada que perder, se le digan unas cuantas verdades a personas que solo soportábamos por convencionalismos sociales. Y si se molestan y no nos vuelven a hablar, creo que ya sería un asunto que no nos preocuparía. Pienso que en esos últimos días, las personas creyentes tendrán un especial acercamiento a Dios y buscarán su perdón y misericordia.
No debe ser sencillo tener conciencia de que se acerca el día de nuestra muerte. Se sabe que a los enfermos desahuciados, que tienen sus días contados, les embarga una sensación de arrepentimiento, no por lo que hicieron si no por lo que dejaron de hacer. Así lo afirma Bronnie Ware, enfermera australiana, en su libro sobre enfermos terminales y en el cual compiló los cinco principales arrepentimientos que tiene la gente antes de morir.
El principal arrepentimiento de mucha gente, según Ware, es “ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera”. Otro arrepentimiento común es:
“ojalá no hubiera trabajado tanto”. Según los moribundos, el trabajo les hizo perder muchas cosas en su vida. Los otros tres motivos más frecuentes de arrepentimiento son: “No haber expresado mis sentimientos”, “no haber dedicado tiempo a los amigos” y “no haber sido más feliz”.
Lo que la autora espera de su libro es que ayude a la gente a actuar hoy y no dejar las cosas para mañana, evitando arrepentirse en el futuro. Aunque es algo que tiene todo el sentido, en la práctica no resulta tan fácil porque el tiempo pasa casi sin darnos cuenta y cuando miramos por el retrovisor, con frecuencia, advertimos que no hemos hecho todo lo que hubiéramos querido o podido hacer. Aun así, creo que debemos aprender a perdonarnos y no recriminarnos por no haber hecho algo en el pasado. De no ser así, solo tendríamos una vida de arrepentimientos y culpas. Somos humanos y esta condición nos hace que tomemos decisiones equivocadas, pero hay que aprender a convivir con ellas.
Me parece que lo realmente importante es entender que la vida está pasando en este preciso instante y que por eso ahora es el momento de vivirla. Si en un momento dado nos arrepentimos de algo que podemos solucionar, deberíamos intentar hacerlo. De igual forma, si identificamos sueños que no se han podido cumplir o que se quedaron a medias, habrá que buscar cumplirlos. Porque si no es en esta vida, entonces, ¿en cuál?
Remate al Arco. Me llamó la atención que ninguno de los enfermos terminales entrevistados por la enfermera Ware, próximos a alcanzar su fecha de caducidad, dijera algo como “que vaina, me voy a perder la final de la Champions League”; “debí haber redimido todas las millas que tengo acumuladas”; “que pesar no haber destapado esa botellita de Macallan 18 años” o “lástima que no vaya a alcanzar a ver el final de mi serie favorita de Netflix”. Supongo que son cosas que se piensan pero no se dicen.
O: un petrista arrepentido por no haber cambiado el escudo nacional; un hincha azul añorando haber ganado la copa libertadores. Estamos a tiempo para hacer nuestra propia lista y procurar realizar algunos de nuestros sueños que no hemos cumplido. Excelente tema para reflexionar, estamos a tiempo.💪👍
ResponderBorrarJorge, ciertamente, para las personas, el saber el día y la hora de la muerte, me parece algo triste, ya que a parte de la perdida de la dignidad, se hace esclavo del tiempo y se perdería lo más valioso del ser humano, que es la condición de ser libres y nos llenaría de vacíos existenciales, que nos haría actuar equivocadamente , llevándonos a tener remordimientos por lo hecho y lo dejado de hacer, a cambio de tener un verdadero arrepentimiento por el no haber obrado correctamente. Un saludo
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