Las Fiestas de Fin de Año

 



Desde que dejé de ser empleado encontré dos cosas positivas: la primera, que todos los días se me volvieron sábado y la segunda, que no tengo que ir a la fiesta de fin de año de la empresa.


Aunque en la época en que trabajaba en Codensa —hoy Enel— las fiestas de fin de año eran estupendas, no me llamaban mucho la atención. Reconozco que la compañía se esmeraba por hacer excelentes festejos para sus empleados y para ello, disponía de un presupuesto robusto. Se contrataban varias orquestas famosas —incluso algunas se traían del exterior— se hacían rifas con premios importantes, la comida era buena y el licor abundante, casi cayendo en el exceso. Aun así, no me despertaban el mismo entusiasmo que veía comúnmente en los compañeros de la oficina.

No digo que nunca disfruté una fiesta de fin de año de la empresa; pero, por lo general, asistía más por compromiso que por motivación propia. Lo que sí me parecía divertido era la aparición de los personajes típicos de estas fiestas. Recuerdo algunos:

— El subalterno que, con unos tragos encima, no se cansa de adularme y que me habla tan cerca que, cada vez que me dice que soy el mejor jefe que ha tenido, me escupe la cara.

— El directivo expatriado que no para de hablar de la inteligencia de los colombianos y de lo deliciosamente suave que es el aguardiente.

— El subgerente que siempre se emborracha tempranamente y es retirado de la fiesta en hombros, cual torero que ha hecho una gran faena.

— La persona que está en el lado opuesto de la mesa —el más lejano— e intenta hacerme charla, sin advertir que el elevado volumen de la música hace imposible escucharle. Finalmente, asiento con la cabeza sin entender exactamente lo que dijo.

— El amigo que mantiene “en secreto” un noviazgo con una compañera de la oficina y para evitar sospechas no baila con ella durante toda la fiesta y se limita a verla bailar con los demás. Lo que desconoce es que, desde hace bastante tiempo, toda la empresa sabe que son novios.

— Otro amigo que no le perdona a un trabajador temporal que haya hecho un comentario desafortunado e intenta golpearlo. Los presentes lo alcanzan a sujetar y evitan que esto pase.

— El gerente arrítmico que cree que baila bien, pero en realidad lo hace de forma ridícula y por eso tiene problemas para encontrar pareja, pues todas le huyen.

— La subgerente que me saca a bailar porque, según ella, “yo bailo rico”.

— Una amiga que, con muestras evidentes de que se ha tomado una copa demás, anuncia, con los pulgares arriba, que la está pasando muy bien.

— El jefe de división que, valiéndose de su corta estatura y contextura delgada, que le dan una apariencia juvenil, se la pasa buscando a las pasantes para tratar de conquistarlas.

— El gerente medio “prendido” que se pone a contar chistes malos o a revelar intimidades de la empresa.

— El gordito de contabilidad que como no ha parado de bailar suda copiosamente y como no usa camiseta interior ni un buen antitranspirante, cada vez que levanta los brazos, enseña dos “mapas” en la zona de las axilas.

— La asistente que cuando va de salida, alguien la convence de que baile la última pieza y termina bailando con el bolso colgado en el hombro.


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2 comentarios

  1. Falto el empleado borracho que le quiere dar en la Jeta al gerente por no aumentarle el sueldo y ascenderlo en un cargo superior .

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  2. Así es Jorge, para mí faltó la Asistente gordita o feita que cuando ella lo saca a uno lo amaciza y a uno le da eso pena con los demás compañeros porque despues se la montan a uno, jajaja

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