Por estos días, analistas políticos se han ocupado de hacer el balance de la gestión del presidente Petro al terminar su primer año de mandato. Aunque en la universidad me enseñaron a hacer balances; en lugar de hacer uno, prefiero ofrecer algunas reflexiones sobre lo que hasta ahora nos ha mostrado su gobierno. No son juicios definitivos, son simplemente apreciaciones desde mi perspectiva.
Empezaré por hacer una especie de disclosure: Nunca me he considerado opositor del gobierno de turno. Mis opiniones no se condicionan por la filiación política de quien opino y siento que están desprovistas de apasionamientos. Procuro estar bien informado del acontecer nacional, contrastó puntos de vista para considerar las dos caras de la moneda y busco comprender el contexto de las noticias. Me gusta burlarme de las gaffes de los gobernantes y me divierte caricaturizarlos. Así lo hice con Duque para molestia de algunos amigos y ahora lo hago con Petro para complacencia de esos mismos amigos.
Dicho lo anterior, inicio señalando lo que, a mi juicio, ha caracterizado la administración Petro en su primer año: escándalos y reformas. Los escándalos, que curiosamente han sido originados por el círculo más cercano del presidente, cada vez son más graves. Entre ellos, los líos judiciales de su ex ministra del Deporte, Maria Isabel Urrutia; los de la ex jefe de gabinete, Laura Sarabia; los de Armando Benedetti, su ex embajador en Venezuela y ahora, en los que se encuentra su hijo Nicolás. Este último, pone en riesgo la legitimidad del gobierno habida cuenta de las declaraciones del propio Nicolás, en las que afirmó que a la campaña de su padre habían ingresado dineros de procedencia ilícita, los cuales no fueron reportados. Muy preocupante las implicaciones que esto pueda tener en la gobernabilidad del presidente, quien ya contrató al abogado Mauricio Pava para que lo represente frente a lo que pueda sobrevenir en relación con este vergonzoso episodio.
En cuanto a las reformas, me parece que han sido mal concebidas, inconvenientes para el país y torpemente tramitadas. Hay un afán de reformarlo todo así algo esté funcionando bien, pues al parecer, el objetivo es impregnarlo de esa ideología de izquierda radical. Si el presidente quiere que sus reformas no tropiecen debería bajarle a su dogmatismo, revisar sus bases técnicas con las partes interesadas con quienes debe consensuar ajustes, escuchar a expertos en la materia y buscar puntos de encuentro con la oposición. No se trata de refundar a Colombia. Se trata, más bien, de edificar las reformas que realmente le convienen al país.
Petro ha adoptado las prácticas que tanto le criticó al gobierno anterior: mermelada para los congresistas para asegurar el apoyo a las iniciativas del ejecutivo, incremento de la burocracia, nepotismo, derroche, viajes excesivos y un fortalecido etcétera. Debo aclarar que no critico los viajes en sí. Sin embargo, creo que es necesario hacerle zoom a los objetivos que se persiguen en cada uno. Hay que tener claro por qué se requieren hacer estos viajes y el resultado obtenido, en términos de beneficios para el país. Porque costosos sí son y cada día que el jefe del Estado está en el exterior, es un día menos dedicado a atender los delicados asuntos internos. De todas formas, tengo la impresión de que, más que todo, Petro utiliza sus salidas al exterior para mostrarse como un líder regional preocupado por el medio ambiente y capaz de salvar el planeta, lo que le granjea aplausos en sus conferencias.
Si el mundo avanza por una lenta transición energética y Colombia es responsable apenas del 0,6 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global, ¿por qué el afán del gobierno de hacerla a las carreras? No hay duda de que el planeta demanda la dejación de los combustibles fósiles, pero esa transición debe hacerse de manera gradual, y en nuestro caso, primero debemos asegurar el reemplazo de los ingresos que percibe la nación por el petróleo que son cerca del 55% del total de las exportaciones.
Los criterios que parecen imponerse para el nombramiento de funcionarios es la cercanía personal con el presidente y la alineación con su ideología, sin importar si tienen la capacidad para ejercer el cargo. Petro valora la confianza y la lealtad por encima de la competencia. Esto lo ha llevado a nombrar personas cercanas —o amigas de su esposa—, que al no ser idóneas para el cargo producen resultados pobres.
La actual conformación del gabinete ministerial es absolutamente de izquierda porque los ministros de centro, que ampliaban el espectro de opinión del gobierno, fueron cambiados.
¿Será que por eso es el Gobierno del Cambio? La mayoría de los ministros —por no decir todos— se comportan como áulicos que dicen solo lo que el presidente quiere escuchar y hacen lo que él les ordena. Hace unas semanas Dennys me dijo algo que me hizo mucho sentido, respecto a la entonces ministra Irene Vélez: “Petro es el verdadero ministro de Minas y Energía, maneja a su antojo el tema energético y tiene a Irene para que haga una sola cosa: caso”.
Remate al Arco: Dado que se me quedaron varios temas en el tintero y para no hacer demasiada extensa la entrada, continuaré la próxima semana.
Definitivamente el país va “pa’tra y pa’tra” (canción de Richie Ray & Bobby Cruz). Como dijo Nayib Bukele: Presidente Petro, todo bien en casa?
ResponderBorrarPara quienes no hayan seguido el acontecer del país, está Columna, nos brinda la oportunidad de ponernos al día, panorama difícil para Colombia en estos tres años que faltan de gobierno y ni pensar cómo deje el país. Llore Colombia.
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